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El grifo llevó el niño critande muy vasto sobre tierras y mares a su nido y le echó a sus polluelos como alimento, entonces alzó el vuelo para buscar nueva presa. Esos le atacaron enseguido con picos y garras. Pero el chico se defendió a más no poder y al principio le logró defenderse. Uno de los grifos jóvenes lo que no envidió la presa a los otros, agarró el chico y huyó con el a un árbol donde le dejó en una rama. Pero esta rama quebró de esta carga, el chico se cayó – por suerte a hierba alta y suave – y buscó enseguida protección en matas densas para escaparse al grifo lo que también abandonó del niño.
Muchos tiempos se arrastraba y caminaba por bosque denso y maleza casi impenetrable y hambre y sed le molestaban tan pronto muchísimo. Para su sorpresa se dió cuenta despues de tres días en una cueva tres chicas hermosas las que igualmente fueran robadas de los grifos y podían salvarse. Después de habían superado su susto sobre este ser humano desconocido y habían sabido su destino le acogieron calurosamente las tres hijas de reyes – pues eso eran las tres robadas – y le abastecían de agua y bayas, hierbas y raíces, de esos tenían que alimentarse lo mismo desde mucho tiempo.
Día por día, mes por mes, año por año los cuatros humanos de mal agüero iban tirando a esta manera, siempre en miedo de los grifos fuertes. Durante estos años Hágen era crecido a un jóven hombre fuerte. Entonces un día sucedió que un barco fue arrojado de una borrasca contra los arrecifes delante de la playa y se estrelló. Los cuerpos de los ahogados fueron arrastrado a la orilla de las olas a la playa y una presa fácil para los grifos. Como Hágen de su escondrijo seguro notó que un hombre armado se quedó tumbado porque su armadura le cuidó de picos y de garras de los grifos, el se acercó con mucho cuidado en un momento oportuno, se apoderó de la armadura y de las armas y se abrochó con la espada.
¡Justo en el tiempo oportuno! Oyó un aletazo enorme y supo que corrió peligro extremadamente. Primero se defendió ineficaz con arco y flecha, pero las flechas rebotaron sin efecto de las plumas duras del ave gigante. Pues tomó la espada y golpeó fuerte y con agilidad al monstruo atacando. Tuvo capaz para herirle en sus alas y sus pies y por fín para matarle, como los otros grifos los que quisieron matar a Hágen. Todos pudo hacer inofensivo – para la grande alegría de las compañeras de su destino, las que entonces podían moverse en la isla libre y sin miedo.
Pero la más grande alegría para Hágen eran las armas, con esas practicaba apasionado así que las usado perfecto en poco tiempo. Podía matar algunos venados, podía pescar en el mar y en los ríos, y porque lograban después de muchas molestías hacer fuego, su mesa era proveido día por día con todo que tenían que echado de menos por muchos tiempos. Un día Hágen otra vez estuvo en camino sólo para cazar y encontró de repente al otro monstruo, a un dragón. Inmediamente se desencadenó una lucha fuerte entre el y el animal, en lo Hágen merced a su espada afilada y a su agilidad estuvo vencedor. Ladeado, fatigado y sediento por el gran calor se puso orgulloso delante del monstruo matado. Porque no pudo descubrir agua en esta región, en su apuro bebió de la sangre del dragón. Esa le daba la fuerza de doce hombres. Pero para las chicas llevó piezas del carne como bocado exquisito, y por eso sus belleza aumentaba.